Andrés Ramírez Sola

Profesor. Participante en el viaje solidario de 2023.

Serían los primeros 90 cuando gracias al programa “Al Filo de lo Imposible”, descubrí que existía un lugar en el que se acumulaban unas montañas de belleza inigualable y con un nombre evocador: Karakorum. Desde entonces siempre han formado parte de un sueño: poder ir allí y verlas con mis ojos algún día. Y como a veces los sueños se cumplen, en el verano de 2023 y gracias al empuje de Sebastián Álvaro me encontré por fin aterrizando en Skardú para  empezar la mayor aventura de una vida que no ha estado tan llena de ellas como a mí me habría gustado. Pero además ir de la mano de Sebas significaba que más allá de conocer las montañas iba a poder conocer a la gente de “su” valle y conocer el proyecto que desde hace más de 20 años lleva haciendo realidad la Fundación Sarabastall.

Poder visitar la tumba de Little Karim y tener el honor de seguir a su hijo Hanif por sus montañas no es más que una de esas cosas que han hecho este viaje algo increíble. Ver cómo trabajan los porteadores como una de las pocas formas que tienen de poder ganar dinero con el que luego enfrentarse a un durísimo invierno jugándose muchas veces la vida (y a veces perdiéndola) también ha sido un aprendizaje.

Las sonrisas de los niños simplemente porque les devuelves el saludo te llegan al corazón. Pero también el ver cómo desde muy pequeños los caminos de las niñas se separan de los de los niños te lleva a plantearte muchas cosas sobre cómo cambia la vida simplemente por haber nacido en un lugar en vez de en otro. Porque las mujeres, desde la adolescencia, también portean. Pero no las cargas de los montañeros; ellas portean fardos pesadísimos a los prados donde se encargan del ganado y preparan mantequilla y yogur. Allí donde nosotros subimos con nuestras rutilantes botas, nuestra equipación de colorines y nuestras cómodas mochilas ellas suben en sandalias cargando sus fardos de mimbre.

Por eso es tan importante la labor que hace la gente de Sarabastall, que con unos medios mucho más que precarios hacen milagros en el consultorio médico enfrentándose a infinitos problemas de salud derivados sobre todo de unas condiciones de higiene ínfimas. Gente que compromete sus vacaciones a entregarse a la población local, que los recibe con un cariño inmenso, formando también a los maestros de la zona, becando a niños y niñas para que puedan completar sus estudios llegando en algunos casos a la universidad. Me ha impresionado la presencia entre los voluntarios de Bea y Javi, que con 20 y 16 años están haciendo cosas por los demás que yo a mi edad ni me había planteado, mucho menos a la suya. Me he sentido un poco intruso por no poder aportar gran cosa al proyecto.

Y el Refugio es un lujo desde el que nos saluda permanentemente la imponente presencia del Masherbrum… Ha sido una maravilla el poder caminar por aquellas montañas, estar a casi 5000 metros y tener que seguir mirando hacia arriba porque todo lo que te rodea son agujas increíbles, nieves perpetuas, glaciares inmensos. Queda para el próximo viaje, porque haré lo posible por repetir, el poder ir, a poder ser acompañado de nuevo por Sebas y Hanif, a algún punto desde el que pueda contemplar el magnífico K2, la espalda del dragón del Broad Peak, la pared resplandeciente del Gasherbrum IV, la larga cumbre del Chogolisa… y poder aportar algo más al proyecto de Sarabastall.

Ha sido sin duda una experiencia inolvidable, cumplir un sueño y abrir una puerta a sueños nuevos en el Valle de Hushé, en el corazón del Karakorum.