Javier Sanz Sánchez

Socio de la Fundación Sarabastall. Ha sido piloto de aviación. Es senderista y practicante de bicicleta de montaña.

Para cualquier enamorado de la naturaleza y, especialmente de la montaña, solo la idea de viajar al Karakorum y poder disfrutar de la inmensidad de sus paisajes, es un sueño.

Esto es lo que he sentido yo desde que, un día al finalizar una conferencia en el Ateneo de Madrid, Sebas me ofreció la oportunidad de acompañarle en su próximo viaje hasta que, finalmente, me encontré sentado en el avión, rumbo a Islamabad.

El sueño se empezaba a convertir en realidad.

Durante los dieciocho días que ha durado esta experiencia, no he dejado de sorprenderme con cada detalle de todo lo vivido. Todo lo que ha ido sucediendo tiene un tinte de aventura que te obliga a ir adaptándote a las circunstancias y a buscar soluciones para conseguir realizar tus planes iniciales u otros que te veas obligado a considerar.

Por supuesto, despertarse en Hushé con la vista del Masherbrum y los días que, mochila a la espalda, dedicamos a andar por el Karakorum, compartiendo vivencias con Sebas, el resto de los compañeros de expedición y la magnífica compañía de nuestro guía Hanif, han dejado imágenes en mi memoria que perdurarán para siempre. La grandeza que trasmite la cordillera, la inmensidad de sus cimas, sus ríos y sus glaciares, hace que el esfuerzo realizado y el inevitable cansancio, merezcan sobradamente la pena. Os aseguro que he disfrutado cada paso de esas rutas.

Pero este viaje escondía otra sorpresa, la gente del valle de Hushé, su forma de vida, su cultura y su cordialidad también han dejado una profunda huella. Realmente, por mucho que te hayan contado o hayas leído, algunas cosas son difíciles de imaginar hasta que no estás allí.

Ahora entiendo las razones por las que el magnífico equipo de la Fundación Sarabastall, se enamoró de este pueblo y lleva mas de veinte años trabajando y desarrollando diferentes proyectos que ayudan a mejorar la calidad de vida de este pueblo Baltí. Un equipo de gente “buena” que además dedica gran parte de su vida a hacer que todos esos proyectos se hagan realidad. De manera muy organizada y con trabajo constante han ido solventando todos los problemas que se han encontrado en el camino. No son pocos, el mero hecho de llegar a Hushé y trasladar el material necesario es, en sí mismo, una aventura y la falta de recursos, evidente. A pesar de todo, con coraje, fuerza de voluntad y la humanidad que transmiten, están consiguiendo aportar su enorme granito de arena a esta causa, haciendo que su sueño también se convierta en realidad.

He podido compartir con ellos algunas jornadas y ver su labor, principalmente en tareas sanitarias, tan importantes para mejorar la calidad de vida y de educación, ofreciendo a los niños y niñas becas de estudios para un ciclo completo de formación, sin duda, fundamental para que puedan tener opciones de elegir el destino de su futuro.

No sorprende el cariño con el que son recibidos por la gente de este maravilloso valle del Baltistán.

Sin duda, una experiencia inolvidable.