Francisco Oliva Sieso
Fue miembro del equipo de salud de la Fundación Sarabastall. Formador del agente de salud de Hushé, Ghulam Husseim, en España.
Tuve conocimiento del Proyecto Hushé a través de Javier Pérez Monreal quién, en los pocos ratos libres que nos permitía la actividad asistencial, me iba poniendo al día de los pormenores del mismo. Conocedor de su afición por las motos, en principio, temí que quisiera venderme una.
Pakistán lo percibía lejano, en un horizonte muy distante, tanto que aún me resistía a que su capital no fuera Karachi. Las pocas referencias que tenía de ese país se resumían a los Bhuto, el K-2, los golpes de estado y poca cosa más.
Sinceramente, pensé que el susodicho Proyecto era una utopía propia, más bien, de un grupo de “iluminados”.
Al poco tiempo Javier, erre que erre, me planteó la posibilidad de que un Técnico de Salud de Pakistán tuviera acceso a mi consulta aprovechando una estancia que iba a disfrutar en el Hospital MAZ de Zaragoza durante un período de 3 meses. El principal objetivo: la adquisición de unos conocimientos mínimos en el manejo de las enfermedades más habituales de los niños. No lo dudé y, aunque seguía convencido de la utopía, tuve la sensación de que pronto iría en moto.
Y en un abrir y cerrar de ojos, Ghulam en España y en mi Centro de Salud que, llamándose Santo Grial, podría generarle alguna duda durante su estancia en el mismo. Con cara de pakistano (bigote al uso incluido), ojos tristes y abiertos, ropa occidental que le proporcionaron y las manos en los bolsillos. Sus idiomas: el urdu, el baltí y el inglés. Los míos, sin embargo, no. Yo sólo castellano y “algo” de francés. Es decir: todos los condicionantes para que no se enterara de nada. Quiso la suerte que durante aquel trimestre rotara por mi Consulta un Médico Residente llamado Gabriel (como el Arcángel, para generarle más dudas a Ghulam), de origen cubano y que dominaba inglés y castellano. Y bien que nos vino porque, además de buen profesional, fue un buen traductor.
Comenzamos la actividad formativa con las dudas razonables, en una consulta internacional y ante el estupor de pacientes y acompañantes que, estoicamente, soportaban aquella Torre de Babel. Los progresos del alumno nos sorprendieron y, al tiempo, nos llenaron de satisfacción. De los mismos íbamos informando a Javier quien, lógicamente, compartía las mismas sensaciones al tiempo que las complementaba con alguna “cuña publicitaria” en la que me animaba a viajar a Hushé, cuñas con las que Ghulam estaba completamente de acuerdo. Tanto que, en su despedida de España y tras preguntarle si su estancia había sido provechosa, me dijo: “Mi corazón está ahora triste pero se alegrará el día que te vea en mi pueblo”.
Tras este trimestre apasionante vino la decisión de viajar a Hushé. Pero creo que la decisión estaba tomada bastante antes. Porque Javier (sí, el de la moto) ya me había convencido .Y él lo sabía. Ahora a por el casco y los guantes.
Así que….a Pakistán. De Almudévar a Hushé. Tras horas de vuelo y después de muchos kilómetros por la Ruta del Karakorum, con calor y polvo abundantes, algún que otro contratiempo como averías y desprendimientos y vistas espectaculares (Nanga Parbat, Rakaposi, valle del Indo ) llegamos a Hushé no sin antes estremecernos en Skardú durante la celebración de una fiesta chiíta.
La llegada a Hushé fue sobrecogedora. Todo un pueblo se paralizó con la llegada de Sarabastall y cuando pusimos pié en tierra abundaron las lágrimas, los abrazos, los saludos…Todo en silencio. ¡Cómo habla a veces el silencio! Sólo se rompió con la llegada de un montón de niños, todos vestidos de gris y que no tardaron en caer en brazos de Paloma, Pilar, Paula , Rocío, Carmen, Pili, Noemí… Y después de los abrazos a cantar, a bailar, a sonreír, sin dejar de acompañarnos ni un instante. Era el valor del agradecimiento que, por lo que demostraban, debía de ser infinito. Y ésta actitud se mantuvo, con el mismo nivel, durante toda nuestra estancia.
Muy calurosa la acogida (a mí me impresionó) pero sabíamos a lo que íbamos y por eso, al día siguiente, a trabajar. Cada cual a lo suyo. Con las ideas claras y buscando lo que queríamos encontrar. Y con una intensidad agotadora. No creo ser la persona que mejor pueda definir todo lo que, entre todos, se ha conseguido.
Quiero señalar que me siento orgulloso de haber colaborado con Sarabastall. Porque de la utopía habéis hecho una realidad. Porque he comprendido que lo posible y lo imposible son valores subjetivos. Y porque me habéis demostrado que, como dice Galeano, la solidaridad es horizontal, que implica respeto mutuo lejos de actitudes caritativas. Y para eso hay que mirar a los ojos desde un mismo plano. Tal y como nos mirábamos el día de la despedida de Hushé con aquellas mujeres de ojos llorosos a quienes las lágrimas no consiguieron enturbiar su mensaje.
No quiero hablar de “mis niños pakistanís” porque no sabría terminar. Alí “el chapucero”, Baadur, Yashmina, Karim, Ismail, … Pero ¿por qué la atención a la salud va en función de las posibilidades y no de las necesidades? ¿quién habla de que la Salud es un derecho? ¿también fronteras para la Justicia? ¿Dónde dicen que faltan médicos y enfermeras?.... Gracias al Proyecto Hushé he conocido las carencias de aquellos locos enanos. Pero me alivia el hecho de que, a pesar de las mismas, siguen sonriendo, cantando y bailando.
Gracias a todos.
Paco Oliva
El texto anterior fue escrito por Francisco Oliva Sieso.